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Blood, sweat and ink: Más que una intención - Asfalto

Hoy tenía pensado escribir sobre el precio de la vivienda (y los precios que tienen los promotores). También cabía la posibilidad de hacer una segunda parte de la venta de carne, a raiz de cierta cosa que me volvió a pasar ayer. Pero al ponerme hoy delante del "papel" en blanco, ha salido otra cosa.

Estoy en un stand-by creativo. Es algo que me estoy forzando a hacer. No es que me falten ideas, solo las estoy reservando, dejando que maduren y fermenten.

El proceso creativo tiene esas cosas. Primero está la idea, la base de la inspiración. La idea llega en bruto. Solo es la raiz, un pensamiento, una sensación: algo que transmitir. Puede ser original, puede estar trilladisima, pero es tu base. Solo es un pequeño brote, y no sabes si crecerá o no soportará el frio y se helará para siempre.

Despues la idea va creciendo, madurando. Vas pensando en ella, muchas veces inconscientemente, y sin que te des cuenta, se va preparando para el gran momento. Es entonces cuando la inspiración, ya crecida y madura, te da la colleja, te dice que está ahí. Es la manzana que te cae encima y te dice que llega la hora de currarselo.

A partir de ahí, toca exprimir todo lo que has creado en tu cabeza y sacarle el jugo. Empiezas a plasmar la idea en el papel. Quitas algunas partes, añades otras, vas cogiendo muestras, avanzas, vuelves atrás a corregir, vas añadiendo otras ideas más o menos maduras. A veces paras un momento para que la mezcla repose y coja cuerpo. A veces necesitas parar porque lo que vas obteniendo es tan sumamente inesperado que no sabes por donde cogerlo después. Otras veces, casi tienes que tirar todo a la basura y empezar de cero, pero con los errores y aciertos ya aprendidos. Es la parte más exigente de todas: exige disciplina y esfuerzo. No porque haga falta un trabajo continuo y constante, que hace falta. Las ideas tienen espíritu libre e indomable, y no siempre es facil ponerlas a todas a tirar en la misma dirección.

Y, a veces, al final llega el momento de la recompensa. Observas la obra terminada, piensas en el esfuerzo y la dedicación, y no puedes evitar una sonrisa. Lo has conseguido.