martes, 24 de junio de 2008

Mirando al mar

La Sirenita está triste, ¿que tendrá la sirenita? Se sienta en su roca mirando a lo lejos hacia el mar. Tal vez añora las profundidades del océano. O tal vez espera a alguien que se fué, mucho tiempo atras. Tal vez se siente melancólica por las tierras que nunca podrá conocer, aquellas de las que vienen todos sus visitantes, aquellas que los marineros le describían en el relato de sus viajes. Es algo que nunca podremos saber, un secreto que sus labios de bronce nunca podrán susurrar.

Tal vez esté triste por nunca haber sido completamente aceptada como símbolo de Copenhague, por los vándalos que la han asaltado más de una vez. Por aquellos hombres de tierra firme que no saben comprender. La vida de esta ciudad es el mar, y su reina nunca podría ser otra.


Quizá por eso retienen la herencia vikinga tanto como les es posible. Porque los vikingos conocían el mar como solo lo conoce el que vive de el y en el. Puede que no en sus aspectos más científicos, pero si en su naturaleza. Y, como buenos mrineros, le tenían el respeto que solo se puede tener desde el verdadero conocimiento. El del hombre que sabe que mar adentro te juegas la vida, que siempre puede arrancarte de cubierta una ola, que unas rocas traicioneras pueden hundir un barco, o que las tempestades, cuando las olas parecen montañas, no tienen mucho de romantico o poético.

Seguramente sea por eso que anoche, por San Juan, en uno de los canales cerca del puerto, amarrada y junto a los barcos, ardía una pequeña hoguera.

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