viernes, 7 de diciembre de 2007

Not that wild


And the sound that could have been: Word Up - Gun

Este fin de semana tenía ganas de fiesta. Mejor dicho, el cuerpo me pedía (y me pide) una fiesta salvaje como dios manda. Para bien o para mal, me es lo mismo, pero quería empezar las vacaciones con buen pie.

En su lugar, me tocará ir a un pueblo dejado de la mano de , uno de esos pueblos de la España profunda que merecen no ser muy visitados. De esos que en verano a mediodia no puedes estar al sol y en invierno hace un frio del carajo. A una casa preparada para derribar y sin calefacción. Y además, no voy para descansar, o hacerme uno con la naturaleza, sino para eslomarme currando en el maravilloso mundo de la agricultura rural. Es decir: recogida de la aceituna con medios de hace 50 años.

Hace tiempo escuche comentarios sobre que eso era la ostia, que lo pasabas de puta madre. El individuo en cuestión contaba un picnic dominguero en el campo con la excusa de trabajar, con su barbacoa y todo. Por supuesto, todo el mundo se horroriza si hablas de llegar al olivar cuando empieza a amanecer, te pones a tirar aceitunas de olivos empapados de rocío helado que te chorrea por las manos, vas a todo ritmo porque no tienes tiempo para descansar, paras un ratito para comer lo que tengas en la tartera malcalentado en la hoguera que has hecho para evitar perder dedos por congelación al comienzo de la mañana, cargas sacos de 50 kilos por un terreno arado... y con una cantidad de piedras increible, y te marchas cuando ya no se ve una mierda.

El trabajo en la agricultura es duro, muy duro. Agradezco haberlo conocido, no lo niego. Cuando me ha tocado matarme a currar, los compañeros me han mirado raro cuando digo que no era tanto como para quejarse. Pero despues de una semana de curro denso, precedido por más curro, el fin de semana apetece descansar o fiestear.

Lo peor, no compensa económicamente ni tengo esa necesidad de dinero (ni mi familia). Casi más se hace por hacer el paripé, ya que el gasto que va a suponer el viaje casi iguala los beneficios. No, no se hace por el aceite, el de mi pueblo lo hacen tan rematadamente malo que sale mejor comprarlo en Madrid. Así que pasaré un fin de semana infernal congelado, molido, semi incomunicado y con ganas de estar en cualquier otra parte por una cuestión de apariencias, orgullo y presunción. Y luego la gente pregunta porqué odio tanto las apariencias y el gusto de aparentar...

2 comentarios:

David dijo...

Bueno a me pasa algo parecido pero con las cerezas, que sufres de calor en vez de frio, madrugar para trabajar en horas menos calurosas, y la sensacion de querer que todo eso acabe lo antes posible
Menos mal yo de la aceituna me libro, aunque por poco, que creo que tengo olivos tambien.

John Black dijo...

Si, otra cosa mala del trabajo del campo es que hay trabajo todo el año. Yo por suerte al final solo me ha tocado un día de dos, eso si, sin parar. Por lo menos, sacudir hostias a los olivos (pa que aprendan, a ver si el año que viene no dan aceitunas) desestresa un webo.