Breakfast in America

Tras todo el jaleo de la aventura Americana y la invasión del nuevo mundo, hay demasiadas cosas que debían haber sido dichas por aquí, y no hubo tiempo de comentar. Más que de costumbre. Así que por este motivo, escribiré este pequeño recopilatorio tras el retorno.

Lo primero que ves cuando llegas a New York no es la Estatua y Liberty Island, que en las películs queda cojonudo. Despues de 9 horas de vuelo lo primero que ves es una cosa grisacea con pinta de sucia, que resulta ser la ciudad a la que vas. Lo siguiente que te das cuenta, ya según vas en el taxi, es que con lo de la pinta de sucio te habías equivocado. Es aún peor.

Como pequeña aclaración, diré que unos dos días más tarde te das cuenta de lo equivocadisimo que estabas en todo momento: te quedaste demasiado corto. Nuestro cerebro no está acostumbrado en absoluto a las escalas americanas. Se nos hace completamente inconcebible asociar "aquí al lado" con un kilometro de distancia, por ejemplo. También nos cuesta aceptar que el mismo aire de una ciudad pueda llegar a manchar de esa manera.


Por eso de las escalas, y por el tráfico, resulta imprescindible acostumbrarse al metro, que funciona, curiosamente, como un reloj... ruso. Por suerte, los que estamos acostumbrados al metro de Madrid no tenemos tanto conflicto por esa parte. Los que además, estamos acostumbrados al cercanías de Madrid, no tenemos conflicto en absoluto (al menos mientras tengamos un plano de metro). El resto de mortales, especialmente los que mantienen su cordura debido a no enfrentarse al tan maravilloso sistema de transporte público de Madrid, se hacen un lio entre Uptown, Downtown, los Express y todos los trenes pasando por dos andenes nada más.


Lo que realmente sorprende al final es el encanto que, con todo eso, tiene la ciudad. La mezcla cultural y racial es sorprendente: en como está enfocada a sacar dinero. Por otra parte, esa mezcla ha dado lugar a que haya mujeres impresionantes por las calles en una cantidad no desdeñable (tengo oido que tambien chicos, pero no me fijé mucho en ellos, como es lógico).

Por otro lado, está el rock. No es que no haya muerto, ni siquiera agoniza. No es que haya resucitado. Por allí es la cosa más natural del mundo. No se promociona porque no hace falta. Por ejemplo, estás en un garito, con música comercial, y de repente te sorprendes al escuchar Yes, o Journey. Así, sin tapujos de ninguna clase. O de repente de música de fondo en una tienda, te encuentras con los Guns n' Roses. Pero claro, en un pais donde los policias, si tienen que ir en moto, van en una Harley...


Pero de la juerga ya hablaré detenidamente. Incluyendo la juerga de Toronto, of course. Aunque debo decir que los americanos no saben muy bién lo que es eso de una buena juerga. Pero desmadrarse se desmadran como nadie.

Se que quedan bastantes cosas en el tintero, como por ejemplo como una ciudad puede venderse a si misma, la cultura tan estadounidense de buscate la vida, en conjunción con el como impedir que te busques la vida a mi costa que practican las empresas. Queda Chinatown y Brooklyn. O la gastronomia insana pero deliciosa.

Pero no dejaré de lado el encanto de como los camareros saben donde está su sueldo (en las propinas, muchas veces literalmente) y como te tratan. O como los dependientes de las tiendas si saben qué significa atención al cliente. Porque como he dicho, por ahí escondido, New York tiene su encanto.